miércoles, 21 de agosto de 2013

Asi crece tu bebe -Relaciòn padres e hijos

Recopilación con excelente material de apoyo para los padres, siguiendo las líneas del especialista  en relación durante la crianza de tu hijo a partir de 1 a 12 años edad estrategias para optimizar los vínculos...

1 AÑO EMPIEZA A HABLAR

Claves para ayudarlo

La evolución del habla es un proceso apasionante en el que los padres  tenemos mucho que decir.
Quién es el niño más guapo de esta casa?,  le pregunta Gloria a su bebé, de tres meses, mirando muy de cerca su carita. Alejandro está aún muy lejos de poder decir sus primeras palabras, y su compresión de lo que oye es todavía muy imprecisa. Sin embargo, ha entendido muy bien el tono en el que su mamá le habla, y reacciona alegremente con gritos y manoteos.
Un bebé es capaz de oír desde el primer día de vida los sonidos que se producen a su alrededor. Al igual que la anatomía especializada del tracto vocal (laringe, velo del paladar, lengua, etc.) y que los centros del lenguaje del cerebro, ciertas capacidades perceptivas innatas evolucionan específicamente para posibilitar la percepción y compresión del habla. La  eficacia de estos mecanismos se refleja en la rapidez con que los niños se incorporan a la comunidad de hablantes.

SABEN CASI 300 APRENDEN UNAS 600

Al final del segundo año, un niño puede ya utilizar unas 300 palabras y comprender el doble. No obstante, si el pequeño no participara desde su nacimiento de un entorno lingüístico apropiado, esas capacidades innatas tan fabulosas no le servirán para nada.
Durante las primeras semanas de vida, el bebé sólo tiene la posibilidad de expresarse con llanto y gritos. Hacia el segundo mes, las madres ya distinguen perfectamente lo que le pasa a su hijo (si llora de hambre o de dolor, si grita porque quiere que se ocupen de él, etc.). También comienza a balbucear (a emitir sonidos vocálicos), con lo que ejercita los órganos del habla.
A partir del sexto, empieza a escuchar sus propios sonidos, lo que le estimula a seguir repitiendo sonidos iguales: da-da, ma-ma, ta-ta, etc.  
Entre los 9 y 12 meses aparecen la ecolalia: el niño repite maquinalmente palabras que oye a los que los rodean sin entender lo que significan. Paralelamente, aunque sus palabras sólo suenen parecidas a las de sus padres (agua es agua; tate, chocolate, etc.). Comienza a designar cosas con sonidos homónimos (utilizando el mismo nombre para varias de ellas). Durante el segundo año de vida, la pronunciación de las palabras va mejorando poco a poco, aunque, en general, al niño sólo le entiende bien su mamá.

EL INTERCAMBIO SE INICIA A MUY TEMPRANA EDAD

La interacción y la atención compartida que se produce en la rutina diaria entre madre e hijo (al darle el pecho o el tetero, al bañarlo y vestirlo, cuando juegan juntos, etc.). Constituye la fuente de la adquisición del lenguaje.
Ese intercambio comunicativo no verbal entre el niño y sus papás, u otras personas cercanas, comienza muy temprano. Ya desde el segundo mes, el bebé emite más ruidos y sonidos si un adulto significativo para él está presente; lo que demuestra que, a su nivel, ya comprende que los ruidos y sonidos tienen que ver con la relación entre personas, y que, a su manera, ha aprendido a responder a sus padres y a llamar su atención.  
Más tarde, poco antes de que surjan las primeras palabras, aparecen miradas, y gestos que el chiquitín dirige al adulto con la intención de expresar algo (Estoy contento de verte, mamá) o miradas al adulto seguidas de vistazos a un objeto para pedir algo (quiero ese tetero). Estas conductas indican una clara intensión de comunicar pensamientos, deseos y realizar peticiones de ayuda.
Pero veamos qué ocurre entre Alejandro, que ya tiene diez meses, y su mamá.
La comunicación entre ambos sigue avanzando. En esta ocasión es el niño quien, al ver que a su madre ha tomado un trajecito suyo, se agita, balbucea unas palabras e intenta ponerse de pie. Su mamá, como siempre, responde a sus requerimientos y le dice: “Sí, Alejandro, nos vamos a la calle a dar un paseo. Y te voy a poner tu traje rojo, que es muy calientito, para que no pases frío. Alejandro escucha con atención y, cuando su madre termina de hablar, balbucea de nuevo gritando alegremente: es su forma de responder. El intercambio entre madre e hijo ha pasado de la simple comunicación a la “conversación”. Cada uno interviene cuando lo corresponde y deja a continuación la iniciativa a su interlocutor.

HASTA SABEN HABLAR CUANDO LES TOCA

Es evidente que Alejandro ya sabe respetar el turno de palabra: ha prestado atención a la melodía de la cadena de sonidos de su mamá, y después ha dado su opinión. Pero no solo avanzan las capacidades del niño para la comunicación y la conversación. A medida que aprecia cierta estabilidad en las personas y los objetos y acontecimientos de su entorno, va percatándose de las relaciones que existen entre estas entidades y las palabras que a menudo le dicen sus palabras cuando se refieren a ellas. De esta forma empieza a comprender, a su nivel, lo que significan algunas palabras y luego las va incorporando a su vocabulario. Puesto por lo que aprende depende del entorno y de lo que oye a sus papás, las primeras palabras que pronuncia suele utilizarlas para nombrar a personas, hechos o cosas muy familiares para él: mamá, papá, adiós, agua, más, no, etc. Por eso  mismo, no podemos esperar que las primeras palabras de todos los niños sean las mismas.

No es fácil para un niño pequeño incorporar nuevas palabras a su léxico. Para empezar, tiene que asociar la secuencia de sonidos de cada una de ellas a la idea que le corresponde; debe aprender también a producir de forma muy precisa y en el orden exacto los sonidos que la componen y,  por último, ha de captar los diferentes sentidos. Todo ello es un proceso complejo y de larga elaboración.
Una palabra no significa lo mismo en las diferentes etapas de la vida ni para todas las personas. Es muy posible que para un bebe la palabra tienda signifique chupa-chups; para cualquier adulto, el establecimiento donde puede hacer sus compra; y para un economista, uno de los eslabones de la cadena mercantil.
Como fruto de esta última dificultad aparece un hecho curioso. Durante algún tiempo, el niño aplica ciertas palabras como etiquetas, con las que designa un campo semántico muy amolio. Con perro, por ejemplo, nombra a todos los animales e incluso a algún juguete capaz de moverse solo; con papá no sólo nombra a su padre, sino también a todos los varones adultos.
¿Cuál es la explicación? Entre otras cosas, se debe a que el pequeño no posee todavía la dificultad de establecer diferencias claras entre personas u objetos de similares características. No hay razón para preocuparse.

EDAD                                                           Nª DE PALABRAS
10 MESES                                                                 3
1 AÑO                                                                       5
18 MESES                                                               15
21 MESES                                                               21
2 AÑOS                                                                  300

¿Y si habla muy poquito?
Cuando de 18 meses (o lo sumo 2 años) no habla todavía o muy poco, conviene llevarlo al logopeda. Es posible que vaya retrasado en su desarrollo o que exista una lesión orgánica. Con un asesoramiento a tiempo puede evitarse en muchos casos un tratamiento posterior.
Entre los 12 y los 24 meses, el vocabulario infantil no es muy extenso y crece muy lentamente (tengamos en cuenta las dificultades antes mencionadas para incorporar palabras a su léxico); pero a partir del segundo cumpleaños, su incremento es espectacular. No nos perdamos la primicia.


2 AÑOS
MANUAL DE URGENCIA CONTRA LAS RABIETAS

Pocas cosas como las rabietas ponen a prueba el temple y la serenidad de los padres. Puede darse en cualquier etapa, pero su edad dorada se encuentra entre el año y medio y los tres años. Los niños de esta edad son, en general, muy expresivos, pero donde la verdad dan el do de pecho es cuando arman un buen berrinche: lloran, gritan, dan patadas a los muebles, cabezazos contra la pared, se hinchan, pasan de rojo al azul…; en fin, no reparan en gasto. No es nada fácil para los papás permanecer tranquilos.
Por molestas que sean, son de lo más normal: les salen las rabietas lo mismo que les salen los dientes. Los hay más tranquilos y los hay más paraméntales, los hay que tienen menos y los hay que tienen más. Pero si un niño de esta edad no tiene ninguna rabieta…, raro. Debe asustarnos más un niño que no tiene unas cuantas, porque lo normal… lo normal es tenerlas.

¡Ay del niño que no las tenga…!

¿Qué cuáles son los motivos? A esta edad se está afianzando el sentimiento de identidad, que va muy unido al detener una voluntad propia que busca manifestarse. Y eso ocurre en una etapa en que los niños son aún tan pequeños y de pendientes que necesariamente han de verse sujetos a múltiples frustraciones.
Quieren tocar todo, quieren llegar a todas partes, y sus propias limitaciones físicas se lo impiden. Además, muchas veces quieren pedir algo y no pueden, porque su lenguaje aún es corto y les faltan las palabras (aunque tengamos, sobre todo las madres, una capacidad asombrosa para traducir lo que desean decirnos). Por si esto fuera poco, nosotros mismos no tenemos más remedio que impedirles cantidad de cosas. Tienen caprichos que no se les pueden consentir o que no les convienen.

Todo llega, pero ellos aún no lo saben

Por sus pocos años todavía no comprenden muchas veces las explicaciones. Y aunque las entiendan, a menudo no les sirve de mucho. No son como nosotros, los adultos que poseemos una gran capacidad para demorar la satisfacción de nuestros deseos, y podemos decirnos “Si no puedo tenerlo o hacerlo ahora, sé que lo podré tener o hacer mañana, o el mes que viene” y, más o menos, somos capaces de conformarnos. Pero los niños pequeños cuando quieren algo, lo quieren ahora, lo quieren ya. Les es muy difícil esperar. No tienen aún un gran sentido del tiempo, su visión del futuro es limitada y, cuando no consiguen algo aquí y ahora, se llevan un disgusto tremendo.
Por eso estallan las rabietas cada momento, y lo propio de esta edad es tenerlas. Son, entre otras cosas, una manifestación del aumento de independencia; los niños quieren hacer las cosas a su manera, y no como les pedimos. Es decir, los berrinches tienen que ver con las crisis de oposicionismo tan propia de estos años. Son normales, lo cual no implica que sean fáciles de soportar, sobre todo si ocurren en público.
Las rabietas dependen en parte del temperamento, que es la parte innata de la personalidad, algo que varía muchos de unos niños que hacen rabietas en contadas ocasiones, y hay otros que las tienen cada dos por tres. Por tanto, no hay que avergonzarse si les salen muchas ni enorgullecerse si lucen pocas (y ya hemos dicho que hasta sería un poco raro si no estuvieran nunca ninguna).
La felicidad de un niño para hacer pataletas resulta de una combinación de su temperamento innato y de la educación que recibe, es decir, de la actitud que toman sus padres con respecto a ellas. No hay que asustarse de las rabietas, pero sí tener en cuenta que siempre se puede influir para disminuir su frecuencia e intensidad. Podemos ayudar al niño a que vaya aprendiendo formas más adecuadas de expresar su voluntad y sus deseos sin renunciar a su creciente independencia. Porque existe el riesgo de que las pataletas, que son episodios normales en el desarrollo infantil, se transformen en un hábito y lleguen a ser un rasgo de personalidad perdurable en el futuro.
El primer grupo de medidas debe aplicarse antes de que la rabieta ocurra. Consiste en prevenirla en la medida de lo posible: muchas veces se puede adivinar qué situaciones van a provocar una rabieta, y entonces podríamos darle solución a tiempo.
Por ejemplo, hay que evitar la fatiga o la sobre estimulación, detener las actividades antes de que el pequeño esté demasiado cansado o sobreexcitado como para controlar sus emociones. No lo enfrentemos con tareas demasiado complicadas para él y cambiemos la situación antes de que aparezca la frustración por no poder hacer lo que pretende y surja el numerito. Por ejemplo, si se frustra porque una tarea o un juguete son demasiado complicados para él. Podemos variar la labor y hacerla más fácil o retirar el juguete hasta que esté preparado para jugar con él. O ayudarle a girar el cochecito que se le resiste o a encajar la pieza de rompecabezas.
Cuando viene ese primito un poco mayor que lo divierte mucho, pero cuyos juegos siempre acaban desencadenando un berrinche, habrá que advertirle de qué cosas molestan al niño o bien pedirle que la excitación del juego no suba de ciertos nivel.

No siempre funciona la prevención

A veces las medidas preventivas no dan resultado, y de pronto nos encontramos en mitad de una sonora pataleta.
¿Qué hacer entonces?
Empecemos por lo que no hay que hacer. . Lo primero, no perder la calma y recordar que nos hallamos ante un comportamiento normal, aunque no sea agradable. La tarea más difícil cuando uno se enfrenta a un niño muy enojado es controlar la propia rabia. Es importante que nosotros mismos seamos un buen modelo de autocontrol, aunque esto pueda ser difícil ante un niño con rabietas frecuentes. Y, sin embargo, un mensaje de amor incondicional es muy importante para un niño que acaba de perder el control. Por ejemplo, una misiva que podría formularse así: “siempre te querré, aunque me moleste mucho lo que haces, pero nunca dejaré de quererte”.
No hay que pegar, castigar ni burlarse. Se debe evitar montar en cólera  y gritar más fuerte que el pequeño. Tampoco suele ser eficaz intentar dialogar en esos momentos: el niño, embargado por sus emociones, es poco accesible al diálogo cuando está en pleno berrinche. Las explicaciones pueden ser oportunas, pero una vez superada la crisis.
Lo que tampoco tenemos que hacer es ceder cuando la rabieta es fruto de una prohibición nuestra que encontramos completamente justificada.
Esto no quiere decir que seamos inflexibles. A veces quizás nos demos cuenta de que henos sido demasiado rígidos o que el deseo del niño, después de todo, no era tan descabellado. En alguna ocasión podemos incluso de decir que no vale la pena desencadenar un berrinche. Pero lo que hay que evitar es que descubra en las rabietas un procedimiento para salirse con la suya.
A medida que los niños crezcan, y con nuestra ayuda, comprenderán mejor las cosas y nos será más fácil que obedezcan razonablemente.

3-4 AÑOS
LA EDAD DE LA CREATIVIDAD

¡TENEMOS QUE ECHARLE UNA MANO!
Los niños de tres y cuatro años nos asombran con su gran imaginación y creatividad. En sus manos, una escoba se convierte en un caballo, una caja de cartón es un barco pirata, las sillas del jardín se transforman de pronto en naves especiales en pleno combate galáctico…
Es un placer verlos jugar: son auténticos magos que construyen universos enteros con sui desbordante fantasía.
¿Tele? ¡Claro que sí! 
(En su justa medida)
No obstante, los padres deberíamos adoptar una serie de actitudes que ayuden a fomentar la creatividad de nuestros hijos. Los tiempos modernos no contribuyen precisamente a potenciar el desarrollo de su imaginación: el exceso de televisión, los juguetes que hacen todo sin necesidad de que el niño actué, provocan que los menores sean demasiado pasivos, simples observadores de imágenes y objetos en movimiento. Unas de las primeras medidas que tendríamos que tomar es no dejarlos plantados frente al televisor (un recurso muy habitual para que no molesten). No se trata de satanizar la televisión la televisión: en su justa medida es una interesante ventana abierta al mundo que puede ayudarlos a comprender muchas cosas. Pero no debemos permitir que la vean ellos solos o durante demasiadas horas. Y, sobre todo, hay que impedir que vean programas violentos o con imágenes que puedan impresionarlos. Aunque nos cueste aguantarles una rabieta, no hay que dudar en mandarlos a la cama o en apagar el aparato si es necesario.
Algo de mucha utilidad y que sin duda divertirá mucho al niño es proponerle que decore su habitación con sus dibujos y otras cosas que haya hecho él. Pero no le impongamos nuestro punto de vista. Mejor que cuelgue sus garabatos a que le guiemos la mano con un “¿ves?, así es como se hace la vaquita”. Seguramente se enojará (con razón) y se le quitarán las ganas de volver a dibujar.
No se trata de aspirar a tener en casa a un pequeño Picasso, la idea es que vaya adquiriendo habilidades motrices y se desarrolle su personalidad. Si él quiere pintar el sol de azul, pues el sol es azul. Un “¡pero si es amarillo!” resulta contraproducente.

La mejor forma de desarrollar su talento es enfocar el proceso creativo como un juego
Cuando haya llenado su cuarto con todos sus trabajos, podemos invitar a otros adultos a que los vean y alaben su habilidad. Esto aumentará su autoestima y lo animará a ponerse de nuevo manos a la obra.

Con un arte abstracto de los más genuino
Si observamos con detenimiento las creaciones de nuestro hijo y las de otros pequeños de edad similar, nos daremos cuenta de que estas alabanzas no son siempre exageradas. Los niños tienen un enorme potencial creativo, y lo que les falta la habilidad manual les sobra de imaginación. Su cerebro en crecimiento carece de los estereotipos y los juicios de valor que limitan la fantasía de los adultos. No olvidemos que algunos de los mejores artistas del siglo XX han intentado imitar los dibujos infantiles para expresarse de una forma más libre.
Por ejemplo, cuando Celia, de tres años, dibuja a su mamá, hace dos círculos (o algo que se le parece): uno con dos puntitos (los ojos) y otro más pequeño debajo, y rodea a ambos con otro más grande. ¿No estará dibujando otra cosa? En realidad, la niña sabe que su madre está embarazada y la ha dibujado viéndola desde arriba, con su nuevo hermanito en el vientre. En una galería de arte todo el mundo llamaría a esto pintura abstracta.
Podemos enfrontar muchas tareas con nuestro hijo con las que divertimos juntos, que le ayudarán a potenciar su creatividad. Se divertirá mucho fabricando marionetas con cartones, telas viejas, pinturas y unos listones de madera, e inventando después sus propias historias. Si le contamos cuantos, será interesante empezarlos nosotros y dejar que él los termine. Una experiencia real llevada a cabo en una escuela de padres dio resultados muy positivos. Consiste en el llamado “cuanto viajero”: cada tarde los padres y sus hijos se llevaban un relato a casa e iban añadiendo nuevas aportaciones al argumento para ponerlas en común al día siguiente.

¡Arriba el diálogo!
En el fondo, se trata de que cada actividad que hagamos con él vaya de alguna manera unida al lenguaje. Hay que hablarle mucho y potenciar que nos conteste, aunque aún haya palabras que no pronuncie bien. El idioma es la primera herramienta de socialización y conviene que, desde muy pequeños, se acostumbren a utilizarla sin cortapisas.


Otra idea muy útil consiste en hacer adornos a medida que vayan cambiando las estaciones del año (siempre que el niño participe activamente): pegar en cartulinas las hojas que caen en otoño, pintar y recortar flores de papel en primavera, fabricar pulseras con las conchas de la playa en verano, permitirles elaborar los adornos para navidad…
Si se rompe un juguete – y siempre dentro de sus posibilidades-, les encantará que los dejemos arreglarlos (pegar la pieza de un rompecabezas, por ejemplo). Podemos invitarlos a que hagan una maraca con una botella de plástico llena de garbanzos…; ver su sonrisa nos calmará un poco el posible dolor de cabeza.

Sin exigirle más de lo que está en su mano
A esta edad, es bueno que desarrollen la motricidad fina: por ejemplo, ensartando cuentas para un collar, quizás aún no con los abalorios habituales, pero sí con objetos más grandes. El proceso debe ir siempre de lo grande a lo pequeño, de forma que disminuya el tamaño de los materiales según vaya creciendo.
Algunos niños son capaces de recortar con precisión a los tres años, pero otros necesitan más tiempo. Dejemos que sigan su ritmo. Los dibujos y trabajos manuales son necesarios para que se desarrolle su capacidad creativa, pero no olvidemos que jugando es como dan vida a su imaginación de forma más natural.
A la hora de comprarles juguetes, debemos elegir los que sean poco estructurados (juegos de construcción, casas de muñecas y rompecabezas, balones…). Es decir, aquellos que no eviten a la pasividad. Son mejores aquellos que los obligan a utilizar su cuerpo y su mente que los que se lo dan todo hecho.
Cuando jueguen con otros pequeños (y siempre sin coartarles ni dirigir su iniciativa), podemos proponerles que se inventen otra variante del juego.
Disfrazarnos con nuestro hijo con ropas viejas y proponerle que imite a sus personajes favoritos a la vez que inventa historias puede ser el primer para iniciarlo en la mímica y la actuación. Estos juegos, además de ser muy divertidos, le enseñan a ponerse en el lugar de otras personas (empieza a comprender el sentido de la tolerancia) y le aportan una mayor seguridad en sí mismo.   

En torno a su cuerpo anda el juego
Su cuerpo ha de ser objeto de experimentación continua: postura, muecas, volteretas, saltos, carreras, juegos de manos, pintarse la cara… aumentan sus habilidades motrices y lo familiarizan con las posibilidades de su organismo.
Como aún no puede practicar deportes con reglas (se las saltaría todas), podemos inventar un sinfín de juegos que benefician su desarrollo motriz. Algo que suelen hacer los niños, y que a nosotros quizás nos parezca trivial, es jugar a seguir la línea de los bordes de la acera: con algo tan simple como esto desarrollan su sentido del equilibrio. Ya pueden jugar con nosotros a saltar la cuerda (aunque se enreden), utilizar pelotas para el movimiento de manos y piernas…
Recordemos que el mejor estímulo que podemos ofrecer a nuestros hijos para que sean creativos es participar con ellos en sus juegos y trabajos manuales. Unos padres cariñosos son siempre el instrumento preferido de un niño.

5-6 años noches de pesadilla

Que podemos hacer para tranquilizarlo
Una mariquita gigante me quería comer, y yo corría y corría para que no me atrapara, y cuando estaba a puntito de comerme, ¡zas!, me desperté”.
Rebeca tiene cinco años y adora las mariquitas. Cuando ve una en el campo, la ponen en una de sus manos, pide un deseo y le canta eso de “Cuéntame los dedos y échate a volar”. Pero la mariquita de sus sueños tiene poco de adorable: “Era horrible, ¡he tenido mucho miedo!”, dice Rebeca cuando se lo cuenta a su madre a la mañana siguiente.

El desagradable corre que te atrapo
Miedo, angustia, sudores y taquicardia a veces… Si algo de fine a una pesadilla es, precisamente, la sensación desagradable que deja al despertar. El animal más inofensivo o el objeto más trivial aparecen caracterizados para infundir miedo y, a menudo, listos para jugar con el subconsciente al corre que te atrapo.
Si  a los adultos un mal sueño nos deja un regusto tan amargo, es fácil comprender que a los niños, con menos recursos para racionalizar sus miedos (soñados o reales), les haga pasar un mal rato.
¿Por qué aparecen las pesadillas?, a qué edad son más frecuentes?, ¿qué hacer cuando se cuelan sin avisar en las noches de nuestros hijos?
Todos los niños tienen alguna que otra vez sueños para morirse de miedo (como ellos dicen): uno de cada cuatro, más o menos. Aparecen a partir del segundo año de vida y suelen ser frecuentes entre los dos y tres años. Pero están presentes durante todo el ciclo onírico del ser humano.
Cuando la mente traspasa el umbral del sueño, el cerebro sigue trabajando: clasifica y asimila la información recibida durante el día. De este proceso surgen los sueños.

¿De dónde viene un mal sueño?      
Las pesadillas surgen al final de la noche y, al despertar, se recuerda lo soñado con gran precisión. Reflejan residuos de conflictos emocionales que el niño no ha podido elaborar durante el día. En su contenido intervienen el estado físico y psíquico del pequeño, su nivel de madurez, las vivencias diurnas especialmente inquietantes…
Entre los cinco y seis años, los niños empiezan a tener claro qué comportamientos están bien o mal, pero en más de una ocasión, se debatan entre la transgresión y el cumplimiento de las normas. Se encuentran en el último curso de educación infantil, o en primero de primera, y en la escuela se les exige más. A menudo se preguntan por cuestiones existenciales (el origen de l vida, la muerte), y las relaciones entre iguales son para ellos cada vez más esenciales. ¿Demasiadas preocupaciones?
Las normales a su edad, pero no por eso menos importantes. Si a lo largo del día queda un cabo suelto que los tiene agobiados (aprender a leer, caer en la cuenta de que mamá podría morirse, su amigo del alma que ya no quiere nada con él…), cabe la posibilidad de que el subconsciente tire de ese hilo y lo transforme en un sueño atemorizante, esto es, en una pesadilla.
¿Y en qué se distinguen los terrores nocturnos de las pesadillas? Son muy diferentes. Los primeros son frecuentes que las segundas y aparecen en mitad de la noche, en la fase más profunda del sueño. Durante escasos minutos (aunque en ocasiones se prolongan durante media hora) y, al día siguiente, el niño no se acuerda de nada.
Es mejor no hablar con él ni intentar despertarlo (está muy alterado y totalmente desorientado: no reconoce a los padres), pero sí conviene permanecer a su lado para evitar que se lastime y por si se despierta. En este caso, es muy probable que rompa a llorar y entonces sí necesitará que hablemos con él y lo calmemos.
¿Cómo tranquilizarlo si acaba de sufrir una pesadilla?
Si se despierta, hay que acudir a su lado, hablarle cariñosamente, abrazarlo, hacerle sentir nuestro calor: el contacto físico constituye en esos momentos el mejor sedante.
Si desea contarnos el mal sueño, dejémoslo, aunque el relato nos parezca surrealista. Charlar sobre sus sentimientos le ayudará a darse cuenta de que todo ha sido un mal sueño y que no tiene nada que temer. Si prefiere comentárnoslo a la mañana siguiente, hay que seguir las mismas pautas: la clave reside en escucharlo con atención, no como quien oye llover.
No ridiculicemos sus temores ni lo llevemos nunca miedoso: recordemos que las pesadillas no se pueden dominar, son productos del subconsciente.
Sólo en caso extremo lo llevaremos a dormir a nuestra cama. Es preferible dejar encendida la luz del pasillo.
En ocasiones, el pequeño rechaza el consuelo de uno de los padres y reclama con insistencia al otro. Hay que respetar su deseo, averiguar el motivo de ese rechazo y ponerle remedio.

Canalizar el miedo
Mediante la palabra y el juego el niño elabora y procesa sus conflictos y emociones. Por eso es tan importante potenciar que juegue con libertad. Proponerle que haga dibujos sobre ese mal sueño le puede ayudar a canalizar su miedo.
Si las pesadillas se repiten con excesiva frecuencia, reflexionemos sobre el comportamiento de nuestro hijo durante el día, las imágenes que ve en la televisión o el cine, los cuentos… Ya no es tan pequeño, pero algunas escenas pueden impresionarle.
Si a los dos meses no hemos descubiertos todavía la causa, es imprescindible solicitar ayuda profesional; sobre todo, cuando sus miedos acaban integrándose en la rutina diaria.
Lo habitual es que, a partir de los seis años, las pesadillas aparezcan sólo muy de vez en cuando en sus noches.    
  
(El Siguiente texto selecionado son Fragmentos del libro de Autoestima en Palabras Sencillas del Reconocido Lincenciado en Comunicación Social RennyYagosesky)Si necesita contactar a el profesor Yagosesky para entrevistan conferencias y talleres llamar a el Centro Integral de Transformación en Caracas Venezuela (582)2673055 y 2657253 email:rennyyago@eldish.net o facebook:RennyYagosesky

“Los padres exitosos son aquellos que logran convertir los hijos en seres independientes y seguro de si mismo “

Anticipar

Tiene que ver  con orientar al niño con respecto a situaciones que debera enfrentar, para evitar que reacciones bruscamente ante situaciones o  rutinas agradables.
Ejemplo: “ Dentro   de una hora vamos a visitar a la abuela , así que pronto empieza a guadar tus juguetes”.”Es necesario llevarte al médico, y puede que el tenga que colocarte un tubito de vidrio debajo de la lengua, no te preocupes no te dolerá”, “Mañana no verás tu programa de  las cuatro, porque a eso hora vamos a estar en casa de tu tia, así que podrás jugar con tus primos” Esto hace que el niño sienta menos  temor a lo desconocido y se prepare  a los cambios y disminuya  el conflicto de reprimirlos con castigos  en el fondo se trata de amarlo y tomado en cuenta

Reforzar
Reforzar es apoyar al  niño actitudes positivas de confianza en si mismo. Darle información 
suficiente y adecuada para fortalecer su seguridad psicologica. Ejemplo :“Todo va a salir bien”, “tu eres un niño muy inteligente”, “Como eres fuerte y saludable te vas a curar muy pronto” Que decirle  “Cuidate que tu eres asmático”, “No corras porque siempre te caes” ,”Tu  siempre pierdes las cosas”
.- Si no le quieren dar, entonces  no les quiten al niño

Amenazar
La más dañina son la amenazas de abandono Ejemplo: “Si no te apuras... te voy a dejar”, Si no me haces casos ...me voy y no te querré más”. Asesinan psicológicamente a los niños y los padres ignorantes ven como normal e incluso algo  gracioso

Moralizar
Aplicar sermones sobre lo que es bueno  o malo, sin considerar los sentimientos de los niños, se expresan con frases: “Los niños, que hacen eso son malos”, “Tu debes hacer eso”, en ves de explicarles las razones y motivar al niño  a hacer lo que decimos correcto (Siempre que tambien se apoye al comportamiento de ejemplo de los padres)

Negar percepciones

Caso típico de los padres que dice al niño que llora, que no hay razon para su llanto pues nada malo le está pasando, Al hacer esto ignoran sus sentimientos y le crean confusion  porque lo que experimenta el niño es valido y lo confunden si es cierto lo que le dicen sus padres

Distraer
Intentar evitar que el niño sufra. Si un niño llora  porque lo ignoran y su madre  le dice:” mira aquel pajarito” . Solo para distraerlo, enseña a su hijoa evadir la realidad, a temerle a cierta situaciones  y a distraer tambien a los padres cuando les exigen que  haga algo.


Criticar y ofender
Hay que diferenciar que el niño  es de lo que el niño hace. No es decir “ es necesario   que arregles tu cuarto”, a gritar “eres un desordenado”.

Ridiculizar
Humillar a los hijos, etiquetarlo negativamente  en frente de otros, puede dejar en ellos  huellas imborrables y resentimientos Ejemplo: decirle a un varón “pareces una mujercita”, “no eres más que un idiota”, “Estas gorda   como un elefante”, “parece e un varon”. Y les enseñaran a humillar a otros niños

Confundir
Confunde a los niños enviándole doble mensaje  “No fumes”(Padre Fumando),”no grites”(Madre gritando) “No me pasa nada”(Madre llorando) “no pelees”(padre golpeando al hijo) entre otros. Mensajes como esto produce perdida de autoridad paterna

Sincerar
Cuando los padres dejan de culpar,amenazar y moralizar a sus hijos, pueden ser entonces honesto y decir lo que sienta de manera adecuada: es mejor decir: “baja el volumen del televisor que necesito leer” que decirle:” eres un desconsiderado, Dios te vas a castigar por no obedecer por no obedecer a tu mamá”.Es mejor decir: “ No quiero que bajes a jugar a esta hora porque es muy tarde y tengo miedo de que pueda pasarte algo malo” que decirle: “No salgas y punto porque me da la regalada ganaa”

Responsabilizar

Enseñar  a los hijos a responsabulzar sus actos y ponerce en lugar de los demás. Si golpea a alguien, intentemos  que comprenda como se sentiría si le hacen los mismo.Si grita; que entienda que eso molesta,si bota las cosas al piso; que sepa que alguien tendrá que limpiarlo , Poco a poco con amor, paciencia (haciendole vivir de la forma menos dañina)

Recopilaciòn: Carlos Arrieche 2013

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