Recopilación con excelente material de apoyo para los padres, siguiendo las líneas del especialista en relación durante la crianza de tu hijo a partir de 1 a 12 años edad estrategias para optimizar los vínculos...
1 AÑO EMPIEZA A HABLAR
1 AÑO EMPIEZA A HABLAR
Claves para ayudarlo
La evolución del habla es un proceso apasionante en el que los padres tenemos mucho que decir.
Quién es el niño más
guapo de esta casa?, le pregunta Gloria
a su bebé, de tres meses, mirando muy de cerca su carita. Alejandro está aún
muy lejos de poder decir sus primeras palabras, y su compresión de lo que oye
es todavía muy imprecisa. Sin embargo, ha entendido muy bien el tono en el que
su mamá le habla, y reacciona alegremente con gritos y manoteos.
Un bebé es capaz de oír
desde el primer día de vida los sonidos que se producen a su alrededor. Al
igual que la anatomía especializada del tracto vocal (laringe, velo del
paladar, lengua, etc.) y que los centros del lenguaje del cerebro, ciertas
capacidades perceptivas innatas evolucionan específicamente para posibilitar la
percepción y compresión del habla. La
eficacia de estos mecanismos se refleja en la rapidez con que los niños
se incorporan a la comunidad de hablantes.
Al final del segundo
año, un niño puede ya utilizar unas 300 palabras y comprender el doble. No
obstante, si el pequeño no participara desde su nacimiento de un entorno
lingüístico apropiado, esas capacidades innatas tan fabulosas no le servirán
para nada.
Durante las primeras
semanas de vida, el bebé sólo tiene la posibilidad de expresarse con llanto y
gritos. Hacia el segundo mes, las madres ya distinguen perfectamente lo que le
pasa a su hijo (si llora de hambre o de dolor, si grita porque quiere que se
ocupen de él, etc.). También comienza a balbucear (a emitir sonidos vocálicos),
con lo que ejercita los órganos del habla.
A partir del sexto,
empieza a escuchar sus propios sonidos, lo que le estimula a seguir repitiendo
sonidos iguales: da-da, ma-ma, ta-ta, etc.
Entre los 9 y 12 meses
aparecen la ecolalia: el niño repite maquinalmente palabras que oye a los que
los rodean sin entender lo que significan. Paralelamente, aunque sus palabras
sólo suenen parecidas a las de sus padres (agua es agua; tate, chocolate,
etc.). Comienza a designar cosas con sonidos homónimos (utilizando el mismo
nombre para varias de ellas). Durante el segundo año de vida, la pronunciación
de las palabras va mejorando poco a poco, aunque, en general, al niño sólo le
entiende bien su mamá.
EL INTERCAMBIO SE INICIA A MUY TEMPRANA EDAD
La interacción y la atención compartida que se produce en la rutina diaria entre madre e hijo (al darle el pecho o el tetero, al bañarlo y vestirlo, cuando juegan juntos, etc.). Constituye la fuente de la adquisición del lenguaje.
Ese intercambio
comunicativo no verbal entre el niño y sus papás, u otras personas cercanas,
comienza muy temprano. Ya desde el segundo mes, el bebé emite más ruidos y
sonidos si un adulto significativo para él está presente; lo que demuestra que,
a su nivel, ya comprende que los ruidos y sonidos tienen que ver con la
relación entre personas, y que, a su manera, ha aprendido a responder a sus
padres y a llamar su atención.
Más tarde, poco antes
de que surjan las primeras palabras, aparecen miradas, y gestos que el
chiquitín dirige al adulto con la intención de expresar algo (Estoy contento de
verte, mamá) o miradas al adulto seguidas de vistazos a un objeto para pedir
algo (quiero ese tetero). Estas conductas indican una clara intensión de
comunicar pensamientos, deseos y realizar peticiones de ayuda.
Pero veamos qué ocurre
entre Alejandro, que ya tiene diez meses, y su mamá.
La comunicación entre
ambos sigue avanzando. En esta ocasión es el niño quien, al ver que a su madre
ha tomado un trajecito suyo, se agita, balbucea unas palabras e intenta ponerse
de pie. Su mamá, como siempre, responde a sus requerimientos y le dice: “Sí,
Alejandro, nos vamos a la calle a dar un paseo. Y te voy a poner tu traje rojo,
que es muy calientito, para que no pases frío. Alejandro escucha con atención
y, cuando su madre termina de hablar, balbucea de nuevo gritando alegremente:
es su forma de responder. El intercambio entre madre e hijo ha pasado de la
simple comunicación a la “conversación”. Cada uno interviene cuando lo
corresponde y deja a continuación la iniciativa a su interlocutor.
HASTA SABEN HABLAR CUANDO LES TOCA
Es evidente que Alejandro ya sabe respetar el turno de palabra: ha prestado atención a la melodía de la cadena de sonidos de su mamá, y después ha dado su opinión. Pero no solo avanzan las capacidades del niño para la comunicación y la conversación. A medida que aprecia cierta estabilidad en las personas y los objetos y acontecimientos de su entorno, va percatándose de las relaciones que existen entre estas entidades y las palabras que a menudo le dicen sus palabras cuando se refieren a ellas. De esta forma empieza a comprender, a su nivel, lo que significan algunas palabras y luego las va incorporando a su vocabulario. Puesto por lo que aprende depende del entorno y de lo que oye a sus papás, las primeras palabras que pronuncia suele utilizarlas para nombrar a personas, hechos o cosas muy familiares para él: mamá, papá, adiós, agua, más, no, etc. Por eso mismo, no podemos esperar que las primeras palabras de todos los niños sean las mismas.
No es fácil para un niño pequeño incorporar nuevas palabras a su léxico. Para empezar, tiene que asociar la secuencia de sonidos de cada una de ellas a la idea que le corresponde; debe aprender también a producir de forma muy precisa y en el orden exacto los sonidos que la componen y, por último, ha de captar los diferentes sentidos. Todo ello es un proceso complejo y de larga elaboración.
Una palabra no
significa lo mismo en las diferentes etapas de la vida ni para todas las
personas. Es muy posible que para un bebe la palabra tienda signifique
chupa-chups; para cualquier adulto, el establecimiento donde puede hacer sus
compra; y para un economista, uno de los eslabones de la cadena mercantil.
Como fruto de esta
última dificultad aparece un hecho curioso. Durante algún tiempo, el niño
aplica ciertas palabras como etiquetas, con las que designa un campo semántico
muy amolio. Con perro, por ejemplo, nombra a todos los animales e incluso a
algún juguete capaz de moverse solo; con papá no sólo nombra a su padre, sino
también a todos los varones adultos.
¿Cuál es la
explicación? Entre otras cosas, se debe a que el pequeño no posee todavía la
dificultad de establecer diferencias claras entre personas u objetos de
similares características. No hay razón para preocuparse.
EDAD
Nª DE PALABRAS
10 MESES
3
1 AÑO
5
18 MESES
15
21 MESES 21
2 AÑOS
300
¿Y
si habla muy poquito?
Cuando de 18 meses (o
lo sumo 2 años) no habla todavía o muy poco, conviene llevarlo al logopeda. Es
posible que vaya retrasado en su desarrollo o que exista una lesión orgánica.
Con un asesoramiento a tiempo puede evitarse en muchos casos un tratamiento
posterior.
Entre los 12 y los 24
meses, el vocabulario infantil no es muy extenso y crece muy lentamente
(tengamos en cuenta las dificultades antes mencionadas para incorporar palabras
a su léxico); pero a partir del segundo cumpleaños, su incremento es
espectacular. No nos perdamos la primicia.
2
AÑOS
MANUAL
DE URGENCIA CONTRA LAS RABIETAS
Pocas cosas como las rabietas ponen a prueba el temple y la serenidad de los padres. Puede darse en cualquier etapa, pero su edad dorada se encuentra entre el año y medio y los tres años. Los niños de esta edad son, en general, muy expresivos, pero donde la verdad dan el do de pecho es cuando arman un buen berrinche: lloran, gritan, dan patadas a los muebles, cabezazos contra la pared, se hinchan, pasan de rojo al azul…; en fin, no reparan en gasto. No es nada fácil para los papás permanecer tranquilos.
Por molestas que sean,
son de lo más normal: les salen las rabietas lo mismo que les salen los
dientes. Los hay más tranquilos y los hay más paraméntales, los hay que tienen
menos y los hay que tienen más. Pero si un niño de esta edad no tiene ninguna
rabieta…, raro. Debe asustarnos más un niño que no tiene unas cuantas, porque
lo normal… lo normal es tenerlas.
¡Ay del niño que no las tenga…!
¿Qué cuáles son los motivos? A esta edad se está afianzando el sentimiento de identidad, que va muy unido al detener una voluntad propia que busca manifestarse. Y eso ocurre en una etapa en que los niños son aún tan pequeños y de pendientes que necesariamente han de verse sujetos a múltiples frustraciones.
Quieren tocar todo,
quieren llegar a todas partes, y sus propias limitaciones físicas se lo
impiden. Además, muchas veces quieren pedir algo y no pueden, porque su
lenguaje aún es corto y les faltan las palabras (aunque tengamos, sobre todo
las madres, una capacidad asombrosa para traducir lo que desean decirnos). Por
si esto fuera poco, nosotros mismos no tenemos más remedio que impedirles
cantidad de cosas. Tienen caprichos que no se les pueden consentir o que no les
convienen.
Todo llega, pero ellos aún no lo saben
Por sus pocos años todavía no comprenden muchas veces las explicaciones. Y aunque las entiendan, a menudo no les sirve de mucho. No son como nosotros, los adultos que poseemos una gran capacidad para demorar la satisfacción de nuestros deseos, y podemos decirnos “Si no puedo tenerlo o hacerlo ahora, sé que lo podré tener o hacer mañana, o el mes que viene” y, más o menos, somos capaces de conformarnos. Pero los niños pequeños cuando quieren algo, lo quieren ahora, lo quieren ya. Les es muy difícil esperar. No tienen aún un gran sentido del tiempo, su visión del futuro es limitada y, cuando no consiguen algo aquí y ahora, se llevan un disgusto tremendo.
Por eso estallan las
rabietas cada momento, y lo propio de esta edad es tenerlas. Son, entre otras
cosas, una manifestación del aumento de independencia; los niños quieren hacer
las cosas a su manera, y no como les pedimos. Es decir, los berrinches tienen
que ver con las crisis de oposicionismo tan propia de estos años. Son normales,
lo cual no implica que sean fáciles de soportar, sobre todo si ocurren en
público.
Las rabietas dependen
en parte del temperamento, que es la parte innata de la personalidad, algo que
varía muchos de unos niños que hacen rabietas en contadas ocasiones, y hay
otros que las tienen cada dos por tres. Por tanto, no hay que avergonzarse si
les salen muchas ni enorgullecerse si lucen pocas (y ya hemos dicho que hasta
sería un poco raro si no estuvieran nunca ninguna).
La felicidad de un niño
para hacer pataletas resulta de una combinación de su temperamento innato y de
la educación que recibe, es decir, de la actitud que toman sus padres con
respecto a ellas. No hay que asustarse de las rabietas, pero sí tener en cuenta
que siempre se puede influir para disminuir su frecuencia e intensidad. Podemos
ayudar al niño a que vaya aprendiendo formas más adecuadas de expresar su
voluntad y sus deseos sin renunciar a su creciente independencia. Porque existe
el riesgo de que las pataletas, que son episodios normales en el desarrollo
infantil, se transformen en un hábito y lleguen a ser un rasgo de personalidad
perdurable en el futuro.
El primer grupo de
medidas debe aplicarse antes de que la rabieta ocurra. Consiste en prevenirla
en la medida de lo posible: muchas veces se puede adivinar qué situaciones van
a provocar una rabieta, y entonces podríamos darle solución a tiempo.
Por ejemplo, hay que
evitar la fatiga o la sobre estimulación, detener las actividades antes de que
el pequeño esté demasiado cansado o sobreexcitado como para controlar sus
emociones. No lo enfrentemos con tareas demasiado complicadas para él y
cambiemos la situación antes de que aparezca la frustración por no poder hacer
lo que pretende y surja el numerito. Por ejemplo, si se frustra porque una
tarea o un juguete son demasiado complicados para él. Podemos variar la labor y
hacerla más fácil o retirar el juguete hasta que esté preparado para jugar con
él. O ayudarle a girar el cochecito que se le resiste o a encajar la pieza de
rompecabezas.
Cuando viene ese
primito un poco mayor que lo divierte mucho, pero cuyos juegos siempre acaban
desencadenando un berrinche, habrá que advertirle de qué cosas molestan al niño
o bien pedirle que la excitación del juego no suba de ciertos nivel.
No siempre funciona la prevención
A veces las medidas preventivas no dan resultado, y de pronto nos encontramos en mitad de una sonora pataleta.
¿Qué hacer entonces?
Empecemos por lo que no
hay que hacer. . Lo primero, no perder la calma y recordar que nos hallamos
ante un comportamiento normal, aunque no sea agradable. La tarea más difícil
cuando uno se enfrenta a un niño muy enojado es controlar la propia rabia. Es
importante que nosotros mismos seamos un buen modelo de autocontrol, aunque
esto pueda ser difícil ante un niño con rabietas frecuentes. Y, sin embargo, un
mensaje de amor incondicional es muy importante para un niño que acaba de
perder el control. Por ejemplo, una misiva que podría formularse así: “siempre
te querré, aunque me moleste mucho lo que haces, pero nunca dejaré de
quererte”.
No hay que pegar,
castigar ni burlarse. Se debe evitar montar en cólera y gritar más fuerte que el pequeño. Tampoco
suele ser eficaz intentar dialogar en esos momentos: el niño, embargado por sus
emociones, es poco accesible al diálogo cuando está en pleno berrinche. Las
explicaciones pueden ser oportunas, pero una vez superada la crisis.
Lo que tampoco tenemos
que hacer es ceder cuando la rabieta es fruto de una prohibición nuestra que
encontramos completamente justificada.
Esto no quiere decir
que seamos inflexibles. A veces quizás nos demos cuenta de que henos sido
demasiado rígidos o que el deseo del niño, después de todo, no era tan
descabellado. En alguna ocasión podemos incluso de decir que no vale la pena
desencadenar un berrinche. Pero lo que hay que evitar es que descubra en las
rabietas un procedimiento para salirse con la suya.
A medida que los niños
crezcan, y con nuestra ayuda, comprenderán mejor las cosas y nos será más fácil
que obedezcan razonablemente.
3-4 AÑOS
LA EDAD DE LA
CREATIVIDAD
Los niños de tres y
cuatro años nos asombran con su gran imaginación y creatividad. En sus manos,
una escoba se convierte en un caballo, una caja de cartón es un barco pirata,
las sillas del jardín se transforman de pronto en naves especiales en pleno
combate galáctico…
Es un placer verlos
jugar: son auténticos magos que construyen universos enteros con sui desbordante
fantasía.
¿Tele? ¡Claro que
sí!
(En su justa medida)
No obstante, los padres
deberíamos adoptar una serie de actitudes que ayuden a fomentar la creatividad
de nuestros hijos. Los tiempos modernos no contribuyen precisamente a potenciar
el desarrollo de su imaginación: el exceso de televisión, los juguetes que
hacen todo sin necesidad de que el niño actué, provocan que los menores sean
demasiado pasivos, simples observadores de imágenes y objetos en movimiento.
Unas de las primeras medidas que tendríamos que tomar es no dejarlos plantados
frente al televisor (un recurso muy habitual para que no molesten). No se trata
de satanizar la televisión la televisión: en su justa medida es una interesante
ventana abierta al mundo que puede ayudarlos a comprender muchas cosas. Pero no
debemos permitir que la vean ellos solos o durante demasiadas horas. Y, sobre
todo, hay que impedir que vean programas violentos o con imágenes que puedan
impresionarlos. Aunque nos cueste aguantarles una rabieta, no hay que dudar en
mandarlos a la cama o en apagar el aparato si es necesario.
Algo de mucha utilidad
y que sin duda divertirá mucho al niño es proponerle que decore su habitación con
sus dibujos y otras cosas que haya hecho él. Pero no le impongamos nuestro
punto de vista. Mejor que cuelgue sus garabatos a que le guiemos la mano con un
“¿ves?, así es como se hace la vaquita”. Seguramente se enojará (con razón) y
se le quitarán las ganas de volver a dibujar.
No se trata de aspirar
a tener en casa a un pequeño Picasso, la idea es que vaya adquiriendo
habilidades motrices y se desarrolle su personalidad. Si él quiere pintar el
sol de azul, pues el sol es azul. Un “¡pero si es amarillo!” resulta
contraproducente.
La mejor forma de desarrollar su talento es enfocar el proceso creativo como un juego
Cuando haya llenado su
cuarto con todos sus trabajos, podemos invitar a otros adultos a que los vean y
alaben su habilidad. Esto aumentará su autoestima y lo animará a ponerse de
nuevo manos a la obra.
Con un arte abstracto de los más genuino
Si observamos con
detenimiento las creaciones de nuestro hijo y las de otros pequeños de edad
similar, nos daremos cuenta de que estas alabanzas no son siempre exageradas. Los
niños tienen un enorme potencial creativo, y lo que les falta la habilidad
manual les sobra de imaginación. Su cerebro en crecimiento carece de los
estereotipos y los juicios de valor que limitan la fantasía de los adultos. No
olvidemos que algunos de los mejores artistas del siglo XX han intentado imitar
los dibujos infantiles para expresarse de una forma más libre.
Por ejemplo, cuando
Celia, de tres años, dibuja a su mamá, hace dos círculos (o algo que se le
parece): uno con dos puntitos (los ojos) y otro más pequeño debajo, y rodea a
ambos con otro más grande. ¿No estará dibujando otra cosa? En realidad, la niña
sabe que su madre está embarazada y la ha dibujado viéndola desde arriba, con
su nuevo hermanito en el vientre. En una galería de arte todo el mundo llamaría
a esto pintura abstracta.
Podemos enfrontar
muchas tareas con nuestro hijo con las que divertimos juntos, que le ayudarán a
potenciar su creatividad. Se divertirá mucho fabricando marionetas con
cartones, telas viejas, pinturas y unos listones de madera, e inventando
después sus propias historias. Si le contamos cuantos, será interesante
empezarlos nosotros y dejar que él los termine. Una experiencia real llevada a
cabo en una escuela de padres dio resultados muy positivos. Consiste en el
llamado “cuanto viajero”: cada tarde los padres y sus hijos se llevaban un
relato a casa e iban añadiendo nuevas aportaciones al argumento para ponerlas
en común al día siguiente.
¡Arriba el diálogo!
En el fondo, se trata
de que cada actividad que hagamos con él vaya de alguna manera unida al
lenguaje. Hay que hablarle mucho y potenciar que nos conteste, aunque aún haya
palabras que no pronuncie bien. El idioma es la primera herramienta de
socialización y conviene que, desde muy pequeños, se acostumbren a utilizarla
sin cortapisas.
Otra idea muy útil
consiste en hacer adornos a medida que vayan cambiando las estaciones del año
(siempre que el niño participe activamente): pegar en cartulinas las hojas que
caen en otoño, pintar y recortar flores de papel en primavera, fabricar
pulseras con las conchas de la playa en verano, permitirles elaborar los
adornos para navidad…
Si se rompe un juguete
– y siempre dentro de sus posibilidades-, les encantará que los dejemos
arreglarlos (pegar la pieza de un rompecabezas, por ejemplo). Podemos
invitarlos a que hagan una maraca con una botella de plástico llena de
garbanzos…; ver su sonrisa nos calmará un poco el posible dolor de cabeza.
Sin exigirle más de lo que está en su mano
A esta edad, es bueno
que desarrollen la motricidad fina: por ejemplo, ensartando cuentas para un
collar, quizás aún no con los abalorios habituales, pero sí con objetos más
grandes. El proceso debe ir siempre de lo grande a lo pequeño, de forma que
disminuya el tamaño de los materiales según vaya creciendo.
Algunos niños son
capaces de recortar con precisión a los tres años, pero otros necesitan más
tiempo. Dejemos que sigan su ritmo. Los dibujos y trabajos manuales son
necesarios para que se desarrolle su capacidad creativa, pero no olvidemos que
jugando es como dan vida a su imaginación de forma más natural.
A la hora de comprarles
juguetes, debemos elegir los que sean poco estructurados (juegos de
construcción, casas de muñecas y rompecabezas, balones…). Es decir, aquellos
que no eviten a la pasividad. Son mejores aquellos que los obligan a utilizar
su cuerpo y su mente que los que se lo dan todo hecho.
Cuando jueguen con
otros pequeños (y siempre sin coartarles ni dirigir su iniciativa), podemos
proponerles que se inventen otra variante del juego.
Disfrazarnos con
nuestro hijo con ropas viejas y proponerle que imite a sus personajes favoritos
a la vez que inventa historias puede ser el primer para iniciarlo en la mímica
y la actuación. Estos juegos, además de ser muy divertidos, le enseñan a
ponerse en el lugar de otras personas (empieza a comprender el sentido de la
tolerancia) y le aportan una mayor seguridad en sí mismo.
En torno a su cuerpo anda el juego
Su cuerpo ha de ser
objeto de experimentación continua: postura, muecas, volteretas, saltos,
carreras, juegos de manos, pintarse la cara… aumentan sus habilidades motrices
y lo familiarizan con las posibilidades de su organismo.
Como aún no puede
practicar deportes con reglas (se las saltaría todas), podemos inventar un
sinfín de juegos que benefician su desarrollo motriz. Algo que suelen hacer los
niños, y que a nosotros quizás nos parezca trivial, es jugar a seguir la línea
de los bordes de la acera: con algo tan simple como esto desarrollan su sentido
del equilibrio. Ya pueden jugar con nosotros a saltar la cuerda (aunque se
enreden), utilizar pelotas para el movimiento de manos y piernas…
Recordemos que el mejor
estímulo que podemos ofrecer a nuestros hijos para que sean creativos es
participar con ellos en sus juegos y trabajos manuales. Unos padres cariñosos
son siempre el instrumento preferido de un niño.
5-6 años noches de pesadilla
Una mariquita gigante
me quería comer, y yo corría y corría para que no me atrapara, y cuando estaba
a puntito de comerme, ¡zas!, me desperté”.
Rebeca tiene cinco años
y adora las mariquitas. Cuando ve una en el campo, la ponen en una de sus
manos, pide un deseo y le canta eso de “Cuéntame los dedos y échate a volar”. Pero
la mariquita de sus sueños tiene poco de adorable: “Era horrible, ¡he tenido
mucho miedo!”, dice Rebeca cuando se lo cuenta a su madre a la mañana
siguiente.
El desagradable corre que te atrapo
Miedo, angustia,
sudores y taquicardia a veces… Si algo de fine a una pesadilla es,
precisamente, la sensación desagradable que deja al despertar. El animal más
inofensivo o el objeto más trivial aparecen caracterizados para infundir miedo
y, a menudo, listos para jugar con el subconsciente al corre que te atrapo.
Si a los adultos un mal sueño nos deja un
regusto tan amargo, es fácil comprender que a los niños, con menos recursos
para racionalizar sus miedos (soñados o reales), les haga pasar un mal rato.
¿Por qué aparecen las
pesadillas?, a qué edad son más frecuentes?, ¿qué hacer cuando se cuelan sin
avisar en las noches de nuestros hijos?
Todos los niños tienen
alguna que otra vez sueños para morirse de miedo (como ellos dicen): uno de
cada cuatro, más o menos. Aparecen a partir del segundo año de vida y suelen
ser frecuentes entre los dos y tres años. Pero están presentes durante todo el
ciclo onírico del ser humano.
Cuando la mente
traspasa el umbral del sueño, el cerebro sigue trabajando: clasifica y asimila
la información recibida durante el día. De este proceso surgen los sueños.
¿De dónde viene un mal sueño?
Las pesadillas surgen
al final de la noche y, al despertar, se recuerda lo soñado con gran precisión.
Reflejan residuos de conflictos emocionales que el niño no ha podido elaborar
durante el día. En su contenido intervienen el estado físico y psíquico del
pequeño, su nivel de madurez, las vivencias diurnas especialmente inquietantes…
Entre los cinco y seis
años, los niños empiezan a tener claro qué comportamientos están bien o mal,
pero en más de una ocasión, se debatan entre la transgresión y el cumplimiento
de las normas. Se encuentran en el último curso de educación infantil, o en primero
de primera, y en la escuela se les exige más. A menudo se preguntan por
cuestiones existenciales (el origen de l vida, la muerte), y las relaciones entre
iguales son para ellos cada vez más esenciales. ¿Demasiadas preocupaciones?
Las normales a su edad,
pero no por eso menos importantes. Si a lo largo del día queda un cabo suelto
que los tiene agobiados (aprender a leer, caer en la cuenta de que mamá podría
morirse, su amigo del alma que ya no quiere nada con él…), cabe la posibilidad
de que el subconsciente tire de ese hilo y lo transforme en un sueño
atemorizante, esto es, en una pesadilla.
¿Y en qué se distinguen
los terrores nocturnos de las pesadillas? Son muy diferentes. Los primeros son
frecuentes que las segundas y aparecen en mitad de la noche, en la fase más
profunda del sueño. Durante escasos minutos (aunque en ocasiones se prolongan
durante media hora) y, al día siguiente, el niño no se acuerda de nada.
Es mejor no hablar con
él ni intentar despertarlo (está muy alterado y totalmente desorientado: no
reconoce a los padres), pero sí conviene permanecer a su lado para evitar que
se lastime y por si se despierta. En este caso, es muy probable que rompa a
llorar y entonces sí necesitará que hablemos con él y lo calmemos.
¿Cómo tranquilizarlo si
acaba de sufrir una pesadilla?
Si se despierta, hay
que acudir a su lado, hablarle cariñosamente, abrazarlo, hacerle sentir nuestro
calor: el contacto físico constituye en esos momentos el mejor sedante.
Si desea contarnos el
mal sueño, dejémoslo, aunque el relato nos parezca surrealista. Charlar sobre
sus sentimientos le ayudará a darse cuenta de que todo ha sido un mal sueño y
que no tiene nada que temer. Si prefiere comentárnoslo a la mañana siguiente,
hay que seguir las mismas pautas: la clave reside en escucharlo con atención,
no como quien oye llover.
No ridiculicemos sus
temores ni lo llevemos nunca miedoso: recordemos que las pesadillas no se
pueden dominar, son productos del subconsciente.
Sólo en caso extremo lo
llevaremos a dormir a nuestra cama. Es preferible dejar encendida la luz del
pasillo.
En ocasiones, el
pequeño rechaza el consuelo de uno de los padres y reclama con insistencia al
otro. Hay que respetar su deseo, averiguar el motivo de ese rechazo y ponerle
remedio.
Canalizar el miedo
Mediante la palabra y
el juego el niño elabora y procesa sus conflictos y emociones. Por eso es tan
importante potenciar que juegue con libertad. Proponerle que haga dibujos sobre
ese mal sueño le puede ayudar a canalizar su miedo.
Si las pesadillas se repiten
con excesiva frecuencia, reflexionemos sobre el comportamiento de nuestro hijo
durante el día, las imágenes que ve en la televisión o el cine, los cuentos… Ya
no es tan pequeño, pero algunas escenas pueden impresionarle.
Si a los dos meses no
hemos descubiertos todavía la causa, es imprescindible solicitar ayuda
profesional; sobre todo, cuando sus miedos acaban integrándose en la rutina
diaria.
Lo habitual es que, a
partir de los seis años, las pesadillas aparezcan sólo muy de vez en cuando en
sus noches.
(El Siguiente texto selecionado son Fragmentos del libro de Autoestima en Palabras Sencillas del Reconocido Lincenciado en Comunicación Social RennyYagosesky)Si necesita contactar a el profesor Yagosesky para entrevistan conferencias y talleres llamar a el Centro Integral de Transformación en Caracas Venezuela (582)2673055 y 2657253 email:rennyyago@eldish.net o facebook:RennyYagosesky
“Los
padres exitosos son aquellos que logran convertir los hijos en seres
independientes y seguro de si mismo “
Anticipar
Tiene
que ver con orientar al niño con
respecto a situaciones que debera enfrentar, para evitar que reacciones
bruscamente ante situaciones o rutinas
agradables.
Ejemplo:
“ Dentro de una hora vamos a visitar a
la abuela , así que pronto empieza a guadar tus juguetes”.”Es necesario
llevarte al médico, y puede que el tenga que colocarte un tubito de vidrio
debajo de la lengua, no te preocupes no te dolerá”, “Mañana no verás tu
programa de las cuatro, porque a eso
hora vamos a estar en casa de tu tia, así que podrás jugar con tus primos” Esto
hace que el niño sienta menos temor a lo
desconocido y se prepare a los cambios y
disminuya el conflicto de reprimirlos
con castigos en el fondo se trata de amarlo
y tomado en cuenta
Reforzar
Reforzar
es apoyar al niño actitudes positivas de
confianza en si mismo. Darle información
suficiente
y adecuada para fortalecer su seguridad psicologica. Ejemplo :“Todo va a salir
bien”, “tu eres un niño muy inteligente”, “Como eres fuerte y saludable te vas
a curar muy pronto” Que decirle “Cuidate
que tu eres asmático”, “No corras porque siempre te caes” ,”Tu siempre pierdes las cosas”
.-
Si no le quieren dar, entonces no les
quiten al niño
Amenazar
La
más dañina son la amenazas de abandono Ejemplo: “Si no te apuras... te voy a
dejar”, Si no me haces casos ...me voy y no te querré más”. Asesinan
psicológicamente a los niños y los padres ignorantes ven como normal e incluso
algo gracioso
Moralizar
Aplicar
sermones sobre lo que es bueno o malo,
sin considerar los sentimientos de los niños, se expresan con frases: “Los
niños, que hacen eso son malos”, “Tu debes hacer eso”, en ves de explicarles
las razones y motivar al niño a hacer lo
que decimos correcto (Siempre que tambien se apoye al comportamiento de ejemplo
de los padres)
Negar
percepciones
Caso
típico de los padres que dice al niño que llora, que no hay razon para su
llanto pues nada malo le está pasando, Al hacer esto ignoran sus sentimientos y
le crean confusion porque lo que
experimenta el niño es valido y lo confunden si es cierto lo que le dicen sus
padres
Distraer
Intentar
evitar que el niño sufra. Si un niño llora
porque lo ignoran y su madre le
dice:” mira aquel pajarito” . Solo para distraerlo, enseña a su hijoa evadir la
realidad, a temerle a cierta situaciones
y a distraer tambien a los padres cuando les exigen que haga algo.
Criticar
y ofender
Hay
que diferenciar que el niño es de lo que
el niño hace. No es decir “ es necesario
que arregles tu cuarto”, a gritar “eres un desordenado”.
Ridiculizar
Humillar
a los hijos, etiquetarlo negativamente
en frente de otros, puede dejar en ellos
huellas imborrables y resentimientos Ejemplo: decirle a un varón
“pareces una mujercita”, “no eres más que un idiota”, “Estas gorda como un elefante”, “parece e un varon”. Y
les enseñaran a humillar a otros niños
Confundir
Confunde
a los niños enviándole doble mensaje “No
fumes”(Padre Fumando),”no grites”(Madre gritando) “No me pasa nada”(Madre llorando)
“no pelees”(padre golpeando al hijo) entre otros. Mensajes como esto produce
perdida de autoridad paterna
Sincerar
Cuando
los padres dejan de culpar,amenazar y moralizar a sus hijos, pueden ser
entonces honesto y decir lo que sienta de manera adecuada: es mejor decir:
“baja el volumen del televisor que necesito leer” que decirle:” eres un
desconsiderado, Dios te vas a castigar por no obedecer por no obedecer a tu
mamá”.Es mejor decir: “ No quiero que bajes a jugar a esta hora porque es muy
tarde y tengo miedo de que pueda pasarte algo malo” que decirle: “No salgas y
punto porque me da la regalada ganaa”
Responsabilizar
Enseñar a los hijos a responsabulzar sus actos y
ponerce en lugar de los demás. Si golpea a alguien, intentemos que comprenda como se sentiría si le hacen
los mismo.Si grita; que entienda que eso molesta,si bota las cosas al piso; que
sepa que alguien tendrá que limpiarlo , Poco a poco con amor, paciencia
(haciendole vivir de la forma menos dañina)
Recopilaciòn: Carlos Arrieche 2013